domingo, 15 de marzo de 2009

La feria




Me he olvidado la cartera en casa, tendré que volver a subir por si me apetece comprar algún libro aprovechando que su autor esté firmando ejemplares. En realidad no es que me importe mucho la posible dedicación tan cariñosa y a la vez tan impersonal de la rúbrica como su forma en la que siempre intento adivinar la personalidad, sentimientos, gustos de su autor y si se corresponden con sus ideas en la letra impresa .Es un pequeño juego que siempre he realizado en secreto sabedor de que posiblemente cree otro autor en mi cabeza paralelo al real, pero ¿acaso no lo hacen todos?

Encuentro la cartera, pero suena el teléfono, por el número es Silvia, después de dejarme hace un mes...prefiero no cojerlo porque me pasaría otra tarde encerrado a oscuras, con mi botella y mis pastillas así que huyo escaleras abajo de alguien cuyas pisadas suenan a toques de teléfono cada vez más lejanas.

Es una tarde de asfalto caluroso en la gran ciudad, aunque las sombras ya asoman por las esquinas y la gente como animales temerosos del sol salen de sus madrigueras a disfrutarla. Pensando en madrigueras bajo al metro que, por supuesto, a estas horas es una marea rompiente de rostros de todo tipo, pensantes, agobiados, amables, vacios,…no conozco la razón pero me gusta sentarme mientras espero mi caballo de hierro subterráneo a verlos pasar e imaginar, a veces, una pequeña historia de cada uno.
No me refiero a cotillear si no a imaginar vidas reales con sus grandes pequeñas alegrías y decepciones con solo fijarme en algún pequeño detalle que llame mi atención. Pero hoy no hay tiempo porque mi tren llega y no me presta. En un breve galope llego al llamado pulmón de la gran ciudad, (de ser así debe ser un pulmón con fibrosis quística), donde este año, como todos, se celebra la feria de libro.

Todos los años acudo, en el fondo para volver a sentir esa sensación que tenía cuando era pequeño y mi padre me traía prometiéndome una gran aventura. Recorríamos toda la zona entre caseta y caseta como quién descubre la isla del tesoro y se lanzaba a explorar la playa, la selva o la cueva del cofre, al menos es como me hacía sentir mi padre, como si fuera un juego maravilloso que compartíamos como algo muy nuestro, me iba relatando historias sin igual de mil y un valientes aventureros ,de damiselas más o menos aguerridas, de malos malvadísimos, de lugares perdidos en la memoria y me hacía pasar la mano por los cantos de esos volúmenes como quien pasara las manos por el mapa del tesoro o la tersa piel de la amada. Al final venía la gran recompensa y es que podía elegir uno de entre tantos, cosa difícil para mi dada toda la ilusión y expectación causada durante el juego. Al volver cada año, de algún modo, siento que me vuelve a coger de la mano y que volvemos a jugar, pero sobre todo que estamos juntos.

Me acerco dando un paseo tranquilamente, echando una ojeada. No hay demasiada gente ya que no es aún fin de semana y aun no han venido en masa a comprar los best-sellers por lo que puedo coger tranquilamente un ejemplar con una portada llamativa y cuando levanto la vista estás tú.
Estás tú con tu pelo de media melena estilo años 20, negro cual ala de cuervo, con tu vestido estampado que choca con tus botas y cinturón estilo militar, arrastrando ese bolso viejo donde pareces llevar abastecimiento para toda una semana. Tus verdes ojos rasgados están leyendo un cuento que tienes entre las manos a un niño rubio que se acercó casualmente, y con el cual compartes una gran sonrisa cómplice. Con un beso en la mejilla das por pagada tu labor y te diriges a otra zona donde sigues escudriñando con interés.
Te sigo inconscientemente, como una sombra podría seguir a su ama pero a la que no puede tocar más que arrastrada pegada a sus pies. Estás hojeando un libro de poesía y aunque no consigo distinguir al poeta se me pasan ideas locas como la fortuna del poeta al ser leído por ti, y maldigo mi mala suerte por ser tan negado escribiendo, y sobre todo cosiendo versos, pero no sé que ideas se me pasan por la cabeza, si ni siquiera te conozco y estoy deseando ser poeta…Coges otro y comienzas a leer algunas páginas que parecen absorber más y más tu atención, mientras yo para disimular simulo que estoy leyendo otro, pero en realidad solo quiero leerte el que tienes en tus manos, con calma, sin que el tiempo nos reclame por unos instantes su tributo. Con mucha decisión abres rápidamente tu mochila-bolso con la intención de sacar la cartera para pagarlo, quieres que sea tuyo a toda costa pero buscas y rebuscas en tu inventario y no encuentras los doblones de oro. Me digo una y otra vez que tengo que ofrecerme a regalártelo, que deseo que lo tengas, porque es una cuestión de justicia poética, porque hay libros que están inexorablemente unidos a determinadas personas, porque por una vez exista la magia pero a pesar de todas estás justificaciones la realidad es que lo único que deseo es que sepa que existo. El librero nervioso opta por su vena más mercantil y retira el libro de sus manos temeroso de un futuro robo. Aceptas resignadamente el requiso y te retiras apesadumbrada arrastrando las rimas asonantes por las baldosas.
Como un idiota espero unos segundos para que no relacionen lo ocurrido contigo y compro el libro que siempre te había pertenecido. Corro a tu encuentro pero no consigo verte, me mezclo con los paseantes intentando reconocer tus pasos, incluso me subo a una de las farolas oteando si está cerca la salvación pero ocurre todo lo contrario, unos policías mosqueados se acercan y me piden la documentación perdiendo un valioso tiempo.
Recorro todas las esquinas y dobleces de la feria, cada vez con mayor pena y rabia pero también con una progresiva lentitud parecida la luz de la llama de una vela que está a punto de consumirse.
El día está muriendo y yo siento que muero un poco también al ver cerrar todos los puestos y la gente retirándose a sus hogares .Te esfumaste como una de las grandes ilusiones de cuando era niño, llena de promesas, aventuras, lugares perdidos en la memoria solo que esta vez seguramente era por mi culpa. Dirijo lenta y pesadamente mis pasos a casa como un alma en pena y siento que me acompaño desde fuera como si fuera una cáscara vacía .Al llegar al hogar me preparo una copa ,me desplomo sobre el sofá a oscuras y pienso en el año siguiente por estas fechas cuando la ilusión volverá y probablemente con ella tú.

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. ¡La ilusión!... La ilusión es un rayo de luna.


    No quieras saberlo.
    http://www.youtube.com/watch?v=ZFM9yPP0yzY

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  3. Preciosa historia!!, momentos mágicos vividos desde el interior. La proxima vez que vaya a la feria del libro pienso tomarmelo como la busqueda del tesoro, e intentar transmitir lo mismo. Hay aveces se descubren seres lleno de color, quizás se evaporen como en la historia pero perduran en la mente y quién sabe, la vida es caprichosa y en cualquier momento los cruces se repiten.

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  4. pufff
    sin palabras
    me has emocionado


    .........................................................seguro que aparece cual verso que lleva el poeta misterioso en su gabardina....

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