jueves, 9 de julio de 2009

Tatuaje


Recibí el encargo a través de Malatesta, por lo que deduje que debía ser algo con una entidad y dificultad a tener en cuenta, ya que mi colega a la vez que rival no se rendía fácilmente. Según él era uno de sus clientes más poderosos, con influencias y conexiones en política, economía y otros sectores .Poseía una importante colección bibliófila de ejemplares de todas las épocas, conseguidos tanto por medios legales como por otros menos ortodoxos, mi experiencia me decía que era el típico hombre cuya riqueza material era tan desmesurada que creía haber pasado a otro estadio de la evolución, pero para mi solo era un cliente más, otro niño que quería otro cromo extraño para su colección a toda costa.
Me dirigí a su cuartel general, uno de esos laberintos de espejos ubicado en la zona financiera de la capital del reino y tras pasar varios controles de seguridad donde revolvieron con minuciosidad mi vieja cartera de cuero rogaron que me sentara en una especie de lujoso despacho. Al poco apareció mi patrón, era ese tipo de hombre que extrañamente parece más alto, no, más alargado que su propia sombra, cuya torcida delgadez estaba en consonancia y vestido con un traje de rayas que acentuaban esa sensación. Tenía el pelo cano y usaba unas pequeñas gafas que llamaron mi atención, parecían sacadas de otra época, como esos quevedos antiguos que en dibujos vemos al propio Quevedo. Con una voz firme y asonante se dirigió a mí.
-Señor, supongo que conoce el objeto del asunto que nos trae aquí.
-En realidad no. Mi colega Malatesta prefirió que lo hablara con usted, pero deduzco que debe ser un asunto dificultoso.
-Bueno, según se mire, amigo, si me permite esta consideración pues sé que los dos somos amantes fieles de esta obsesión bibliófila lo cual nos hermana de una manera que solo nuestros cofrades podrían apreciar .Por eso no quiero impacientarle, iré directamente al meollo. Supongo que conoce la historia de Federico Hernández.
-¿El poeta y escritor maldito? Sé lo que todo el mundo conoce, es uno de los escritores y poetas más importantes de nuestra época, ¿o debo decir fue?, se perdió su pista en sus viajes por oriente cuando cayó en una espiral de decadencia y autodestrucción.
-Sí, eso lo conocemos todos, amigo, pero me refiero a sus libros desconocidos.
-¿Sus libros desconocidos?, solo son habladurías, la leyenda negra que queda tras su muerte.
-Sé de forma fehaciente que no es leyenda, desconozco si Federico Hernández sigue vivo pero sus libros de poemas existen y tienen la facultad de embelesar, excitar e iluminar de una manera análoga al estado al que llegaban los místicos religiosos.
-¿Como sabe todo eso?

Mi patrón me miró a los ojos, y sonrió maliciosamente, como quien conoce la respuesta a todas las preguntas. Sin mediar ninguna palabra más alargó su mefistofélica mano que estreché en señal de tácita aceptación del encargo sintiendo un escalofrío electrizante, como quien está a punto de tocar la materia con la que se fabrican las leyendas. Sin mediar más palabras me retiré por esos maratonianos pasillos de luces y sombras oyendo a lo lejos su voz como si de un pozo oscuro saliese:
-¡Sobre todo no recite el poema, no lo viva, no lo agonice!
Salí con esa extraña sensación que hace mucho tiempo no experimentaba después de haber vivido tantas experiencias peculiares en mi trabajo y con una prueba material de que no había sido un sueño o pesadilla: un papel arrugado en mi mano y una dirección lejana, muy lejana.

Me encontraba en el aeropuerto de Hong-Kong esperando a que me recogiesen. Ese trozo de papel que me pasó con el apretón de manos me condujo a este destino que había visitado alguna vez pero solo de paso, debido a que es utilizado por muchas redes de contrabando incluidas las de antigüedades.
Unos tipos con aspecto de matones de películas malas de kung-fu me llevaron a un hotel de mala muerte donde esperé matando las horas, lo cual no deja de ser una expresión muy bravucona, revisando mis notas de investigación .Todo este misterio me recordaba esos raros ejemplares eróticos y morbosos cuyo origen estaba en el siglo pasado pero que llegaban incluso a este, por ejemplo los encuadernados con la piel de la amada. Me vino a la mente el ejemplar de Emile Flamarion, director de observatorio de París, encuadernado con la piel de los omóplatos de su joven amante, una baronesa que murió repentinamente a edad muy temprana de tuberculosis. También existe otro ejemplar donde la amada dejó la piel de sus pechos a su amante para que encuadernara el libro preferido de ambos y así se puede apreciar en el pezón de la cubierta.
Entre divagaciones más o menos truculentas pasé el día hasta el anochecer, cuando mis nuevos amigos vinieron a buscarme, llevándome a un oscuro almacén que era solo una tapadera pues tras varias puertas laberínticas llegamos a una amplia y lujosa sala de columnas orientales, llena de alfombras con intrincados diseños, esculturas de dragones y genios, lámparas de seda y altares de incienso. Me dijeron que esperase pues el libro llegaría rápido. ¿Sería este lujoso lugar donde nuestro gran poeta perdió su vida? Solo espero que no lo sea para la mía.
Estaba sentado al estilo oriental por respeto a mí desconocido anfitrión cuando noté que la piel se me erizaba y un embriagador perfume llegaba hasta mí. Las sombras se revolvieron como humo de incienso movido por una suave brisa y apareció ella, el ser más maravilloso que jamás mis ojos podrán adorar .Esas sombras parecían formar parte de ella, la seguían, envolvían y acariciaban su piel tersa y tensa, cuya blancura resplandecía ante la escasa luz de las lámparas de seda, pero al acercarse me percaté de que en realidad todo su cuerpo estaba tatuado con intrincadas imágenes, símbolos y grafías que en parte reconocí como muchas de las lenguas de la tierra. Se acercó a mí con una elegancia lánguida y sinuosa susurrándome: poséeme, léeme, escribe sobre mí. Mientras me quitaba delicadamente la ropa besaba mi piel con mucha delicadeza y sentía que sus huellas incendiaban cada centímetro de mi ser de manera que antes pudiera haber dicho que había vivido entumecido desde que nací.
Acerqué mis ardientes labios a los suyos uniéndonos en un solo palpitar mientras ella se aferraba a mi como si tiras de hermosas palabras me envolvieran y acariciaran. Empezó a besarme en toda la cara mientras escudriñaba cada ángulo, curva, comisura, como si guardara todos esos detalles en lo más profundo de si. Sus ojos de azogue parecían la fuente de la que manaban todas las palabras de su cuerpo y reflejaban el objeto de su oscuro deseo. La acaricié siguiendo sus símbolos, runas, kanjis al ritmo del tambor acelerado de su corazón y terminando en sus turgentes y abundantes pechos. Me los ofreció mientras acariciaba mis cabellos y me alimenté de ella, lamiendo sus lúbricos pezones que se tornaban pétreos al contacto con mi lengua. Seguí mi viaje hacia el centro del mundo, su ombligo, que temblaba al paso de mis caricias húmedas. Se tumbó para ofrecerme su oscuro ángulo, espiral negra de todo mi anhelo, mi deseo vehemente, del cual bebí su ofrenda, la miel más deliciosa que jamás me ofrecerán, sintiendo sus descargas y espasmos al paso de mi lengua. Introduje mi dolorida carne por la erección que experimentaba en ella, que se arqueó cerrando sus poderosas piernas en tono mío y, a la vez abriendo todo su ser a mí .En ese infinito momento la recité pasando a formar parte de su ser, de su carne, de su sangre, y de la tinta que formaban sus palabras que a su vez constituían su esencia. Me hundí en sus oscuros ojos como quien deja todo para abandonarse al principio del que venía, del que venimos todos. Derramándome en ella nos fundimos en un abrazo de tinta y sangre para siempre.

8 comentarios:

  1. Y en su cuerpo tenía tatuada la huella de cada viajante, aventurero, como queriendo fabricarse un mapa para Eros...

    (Esto da para algo más, Deivid)

    Te dejo estrellitas * * * * * *

    S*OL

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  2. locura, bendita locura, pasión eterna de unos minutos o serían horas?... lo cierto es que fué eterna.

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  3. Exquisito,
    belleza, misterio,
    sensualidad,
    y entrega plena.

    Me encantó.


    Un abrazo DaviD

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  4. "Emile Flamarion..., encuadernado con la piel de los omóplatos de su joven amante, una baronesa que murió repentinamente a edad muy temprana de tuberculosis... otro ejemplar donde la amada dejó la piel de sus pechos a su amante para que encuadernara el libro preferido de ambos y así se puede apreciar en el pezón de la cubierta..."

    El final ha sido totalmente inesperado, en ningún momento creí que acabaría disfrutando de esa locura (el protagonista y yo...). Me ha gustado muchísimo (no es conveniente llenar toda una línea de mmmmmmchchcchcchciiiiiiiiissssssimmmmmmmmmm... por que es mi primer comentario en este blog).

    Saludos.

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  5. Gracias a vosotr@ por la visita y lectura.Tengo mi nuevo blog de relatos en la siguiente dirección:
    http://re-cuerda-cordarte.blogspot.com/
    Esto debido a problemas con ésta,no me deja publicar otros (supongo que le pilló en medio una reconversión de blogger).
    Saludos y buen viaje,viajeros.

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  6. sólo puedo decir: muy interesante... te sigo pues!

    espero que te pases por el mío: http://vertidodepalabras.blogspot.com/

    saludos cariñosos!

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